Temporada 2. Paternidad de algodón. Episodio 3

“Quiero que confíe en mí. Que me lo cuente todo. Que me vea como su amigo…”

Sí, claro.

Tú le das permiso para todo, evitas los castigos, relativizas las normas… y esperas que además te respete como figura de autoridad.

No se puede ser juez y cómplice al mismo tiempo.

No, no eres su amigo.

Eres su madre. Su padre. Y ese rol no es negociable. Ni intercambiable. Ni reemplazable por likes, abrazos vacíos o frases adulantes.

Un amigo no le va a:

  • Exigir.
  • Corregir.
  • Marcar límites.
  • Enseñar consecuencias.
  • Aguantar el temporal.

Eso es tarea tuya.

Y si no la haces tú, no la va a hacer nadie.

¿Sabes qué pasa cuando eres solo “su colega”?

  • El niño hace lo que quiere.
  • Te pierde el respeto.
  • Te miente porque sabe que no hay castigo real.
  • Te exige cariño, aunque se haya portado como un tirano.
  • Se convierte en pequeño dictador emocional… y tú en su rehén afectivo.

¿Quieres que confíe en ti?

Entonces:

  • Sé firme.
  • Sé coherente.
  • Sé previsible emocionalmente.
  • Sé adulto. No el colega que se ríe con él de los profesores, sino el referente que le enseña a respetarlos.

Ser padre es incómodo, agotador… y no se vota.

Tu función no es caerle bien. Es formarle, corregirle, sostenerle, mostrarle el borde del abismo y enseñarle a no caer. Y cuando caiga, levantarle con verdad. No con excusas.

Amistades tiene muchas.

Padres y madres, solo uno. Y te toca a ti. Y si renuncias a ese rol por miedo a que se enfade contigo… prepárate para perder su respeto. Y con él, el vínculo.

Si tú no le pones límites, la vida se los pondrá.

Pero no será tan amable como tú.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.