“No pasa nada, es pequeño… ya cambiará”
Claro.
Cambiará como cambia el tiempo, o como cambian los políticos: donde le conviene, no donde necesita.
Pero tú lo dices con esperanza ciega, como si madurar fuera automático, como si el niño se arreglara solo, como si no fuera contigo.
No cambia si tú no cambias con él.
No madura si tú no lo educas.
No mejora si tú no le enfrentas al mundo real.
“Solo es un niño…”
Sí, y justo por eso:
- Todo lo aprende.
- Todo lo absorbe.
- Todo lo repite.
Si hoy pega, insulta o ignora, y tú lo justificas, mañana lo hará con más fuerza, más edad y más consecuencias. Porque ese “es pequeño” que hoy repites… mañana será un adolescente imposible.
Esperar que cambie solo es como dejar una herida sin curar
Puede cerrarse. O puede infectarse y reventar. Y cuando reviente, el problema ya no será suyo. Será social, escolar, judicial y familiar. Y tú estarás diciendo:
“Yo no sé qué hicimos mal…”
Lo que hiciste fue esperar a que creciera sin intervenir.
Cambiar, sí…
Pero con guía. Con límites. Con estructura.
Cambiar, sí…
Pero cuando hay un adulto que no teme frustrar, exigir, corregir.
Cambiar, sí…
Pero no por arte de magia.
Por acción consciente, por acompañamiento, y por coraje educativo.
¿Qué pasa cuando no intervienes?
- De niño, es “movido”.
- De preadolescente, es “difícil”.
- De adolescente, es “insoportable”.
- De adulto, será “otro que no quiere trabajar, ni respetar, ni convivir.”
Y tú, que querías evitarle disgustos, le regalaste la peor condena.
Crecer sin herramientas.
“No cambiará solo. Cambiará contigo… o contra ti.”
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