‘Tendrá lo que yo no tuve , le daré todo, no le puede faltar de nada‘
Lo repites con orgullo, como si fuese un logro educativo. Pero lo que estás diciendo en realidad es:
- “Le doy objetos para no darle tiempo.”
- “Le doy permisos para no ponerle límites.”
- “Le lleno la habitación para no llenar su corazón.”
¿Qué es todo?
¿Una tablet? ¿Un móvil con once años? ¿Un “sí” cuando necesitas decir un “no”? ¿Un grito cuando necesita que le escuches?
No confundas amor con comodidad. Ni provisión con presencia.
Criar no es evitarle todo lo difícil. Criar es prepararle para lo difícil.
Y eso no se hace con caprichos ni frases bonitas.
Se hace con:
- Límites
- Rutinas
- Consecuencias
- Esfuerzo compartido
- Y una dosis saludable de frustración
Sí, frustración. Esa que tú, como adulto, temes como si fuera trauma, pero que es la vacuna emocional contra la fragilidad.
El niño que lo tiene todo… y nada
Tu hijo tiene:
- Ropa de marca
- Último modelo de consola
- Desayuno diferente cada día
- Libertad absoluta para decidir sin criterio
Pero no tiene:
- Tolerancia a la espera
- Capacidad para aburrirse sin volverse insoportable
- Respeto por la palabra “no”
- Agradecimiento
Y lo peor:
No tiene a un adulto con el coraje de frustrarle hoy para que la vida no lo destroce mañana.
¿Le diste todo?
Entonces dale esto también:
- Que se enfrente a las consecuencias de sus actos
- Que se frustre y aprenda a tolerarlo
- Que no siempre gane
- Que te vea firme, no complaciente
- Que escuche “te quiero”, pero también “se acabó”
“Si le das todo menos lo que necesita, lo estás criando incompleto.”
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