“Cómo NO hablar del profesor en casa:
sabotaje fino, pero letal”
Porque basta una frase mal colocada en la cena… para cargarte diez meses de trabajo docente
Educar requiere coherencia.
Y coherencia es que lo que dices en casa no sabotee lo que se intenta enseñar en el colegio.
Pero no. En muchas mesas se sirve el menú diario de la desautorización gourmet.
Primer plato: la ironía venenosa
“Uy, qué carácter tiene tu profe, ¿no?”
Traducción del niño: “Mi padre piensa que la profe es una borde. Puedo ignorarla con total tranquilidad.”
Ironía camuflada de interés. Veneno con azúcar.
Segundo plato: la duda estratégica
“Bueno, eso es lo que te ha contado ella, claro…”
¡Boom!
Dudas del adulto que trabaja con tu hijo a diario, basándote en la versión de un niño que ha olvidado los deberes.
Ni Netflix tiene guionistas tan creativos.
Postre: el desprestigio con sonrisa
“¡Cómo se nota que a esa no le gusta su trabajo!”
Comentario inofensivo, dicho entre sorbos de café. Pero tu hijo no lo olvida.
Aprende que respetar al profesor es opcional.Y que los adultos no lo hacen, solo lo exigen.
Cada vez que ridiculizas al profesor en casa, no estás protegiendo a tu hijo.
Estás dejándole claro que la autoridad solo se respeta si te cae bien.
Y así, educas un consumidor de normas, no una persona ética.
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