“TDAH, altas capacidades o el horóscopo.
Lo importante es que suene científico”
Diagnosticar es el nuevo ‘mi hijo es especial’.
Aunque no lo sea.
Aunque no sepas qué significa.
Antes, tener un hijo inquieto era parte del juego.
Ahora, si no se está quieto en clase, es TDAH.
Si se aburre con las sumas, es Altas Capacidades.
Si no quiere leer, quizás tenga Dislexia, Disgrafía, o DiloTú.
Pero algo tiene.
Diagnóstico exprés sin salir del coche.
Ya no hace falta informe.
Ni neuropsicólogo.
Ni especialista.
Solo hace falta una frase clave:
“Es que yo creo que tiene algo.”
“Lo hemos leído en Internet.”
“Lo dijo la logopeda de mi prima.”
“Ya me lo dijeron en la guardería.”
“Tiene síntomas, seguro.”
¡Clínicamente impecable!
Porque un diagnóstico vale más que un espejo.
No quieren saber qué tiene el niño.
Quieren una explicación que no los señale a ellos.
— No es que no le pongamos límites…
— No es que le dejemos con la tablet 7 horas…
— No es que nunca haya escuchado un “no”…
¡Es que tiene algo!
Y por eso no obedece, no lee, no acepta frustración, no tolera el aburrimiento, no quiere estudiar.
La culpa es del cerebro.
No de la crianza.
Lo mejor de todo: el estatus.
Porque un diagnóstico otorga identidad y blindaje social.
Pasa de “el que molesta” a “el que tiene algo”.
Y cuidado con tocarlo.
Porque tiene informe.
Y su madre, abogado.
El diagnóstico no es un diploma de excepcionalidad.
Es una herramienta para intervenir, no una medalla para exhibir.
Si usas etiquetas para evitar educar, el único que queda sin tratamiento… es tu hijo.
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