“Cómo NO pedir una tutoría: manual para padres con prisa y poca vergüenza”
Una tutoría no es un juicio oral.
Ni un ajuste de cuentas.
Ni un monólogo con subtítulos pasivo-agresivos.
Bienvenidos al fascinante arte de pedir una tutoría sin educación.
Consiste, básicamente, en hacer todo esto:
1. Mandar un correo con tono de ultimátum.
“Espero que me reciba esta semana, es urgente”.
Urgente, claro. Tu hijo ha sacado un 6.75 y esto es un atentado académico.
2. Aparecer sin cita previa.
Porque si tú estás libre, el docente también debería estarlo, ¿no?
Total, solo tiene 24 alumnos, programaciones, evaluaciones, claustros y vida personal… que no es más importante que tu consulta improvisada.
3. Entrar hablando sin saludar.
Porque tú no vienes a conversar: vienes a ajustar cuentas con “la señorita”.
Ese ser malvado que se atrevió a corregir a tu criatura o, peor, a no entender su grandeza.
4. Hacer acusaciones con base en… lo que dijo tu hijo.
—“Mi hijo dice que usted le tiene manía.”
Y tú, claro, lo crees a pies juntillas.Porque si tu hijo dice que llueven unicornios, tú coges el paraguas.
Ahora, ¿cómo se pide bien una tutoría?
- Con humildad.
- Con la idea de escuchar, no solo de hablar.
- Recordando que una tutoría no es para salvar a tu hijo de la realidad, sino para trabajar con quien lo educa a diario.
Si pides una tutoría solo para defender a tu hijo, no estás buscando una solución.
Estás buscando un enemigo.
Y el profesor no lo es. Aunque a veces tenga que decirte lo que no quieres oír.
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