«La reeducación empieza en casa, más difícil que castigar, pero más efectiva»
No basta con sancionar.
El que acosa necesita un espejo, no solo una sanción.
Y ese espejo debe estar en su casa. Un adulto que se atreva a decirle:
—“Esto no está bien.”
—“Tienes que reparar el daño.”
—“No todo se justifica porque te duela algo por dentro.”
Y entonces, tal vez, el agresor deje de ser solo un producto de abandono emocional.
Es más fácil castigar que reeducar.
Pero quien no reeduca, solo aplaza la próxima agresión.
Porque nadie aprende a respetar cuando no ha sido respetado.
Porque el cambio no empieza en la escuela.
Empieza donde siempre empezó: en casa.
Deja una respuesta