“Y si no lo estás traumatizando…
¿y si solo lo estás educando?”
El trauma no está en poner límites, sino en crecer sin ellos.
Tanto miedo a traumatizarlo…
Tanto cuidado con herir su autoestima…
Tanto reparo al decirle que no…
Que se te ha olvidado que educar no es anestesiar.
¿Y si no le estás haciendo daño?
¿Y si simplemente estás haciéndolo bien y no estás acostumbrado a verlo?
¿Y si…?
- Llorar porque no le compras algo no es trauma, es frustración.
- Decirte “ya no te quiero” no es un síntoma, es chantaje emocional.
- Enfadarse cuando pones normas no es represión, es crecimiento.
- Decirle “te entiendo, pero no cedo” no es violencia, es firmeza con cariño.
- Quitarle pantallas por conducta inadecuada no es humillación, es pedagogía.
El trauma real no es ese.
El trauma real llega cuando:
- Nadie te dijo que no.
- Nadie te sostuvo en la rabia.
- Nadie te enseñó que no eras el centro del universo.
- Nadie te ayudó a perder con dignidad.
- Nadie te mostró que tu malestar no es culpa del mundo.
¿Y si no es trauma… sino memoria educativa?
Y si lo que recordará de ti no es ese día que le dijiste “no puedes ir”,
sino que estuviste firme, justo, y no cediste, aunque llorara.
Y si en vez de cargarle con traumas, ¿le estás dando estructura, fuerza y criterio?
Eso que otros no tuvieron y hoy andan por la vida con agujeros emocionales donde debieron ir los límites.
No, no lo estás traumatizando.
Solo estás haciendo lo que toca: educar.
Lo que pasa es que llevamos años confundiendo la firmeza con el daño, y el amor con la complacencia.
Educar no es evitar heridas.
Es evitar que viva sin piel.