“Frustrarlo es violencia:
todo debe ser divertido, estimulante y a su ritmo”
La pedagogía happy flower: mucho arcoíris y cero tolerancias a la vida real
No quiere hacer deberes: no pasa nada.
No le gusta perder: se le deja ganar.
Se aburre: se cambia de actividad.
Se enfada: se le da el móvil.
Llora: se le promete algo.
Así crece un niño que no ha tocado la frustración ni con guantes de látex.
Porque frustrarlo sería “violento”.
Y ya sabemos que la nueva pedagogía emocional exige que todo sea lúdico, voluntario y validado.
¿El resultado?
- Incapacidad para tolerar la demora.
- Pánico al error.
- Desconexión de la realidad.
- Y lo mejor: culpa eterna en los padres porque “algo habrán hecho mal”.
Frustrar no es dañar.
Es entrenar para el mundo real.
Si un niño no aprende a gestionar frustración, acabará frustrado por todo.
Y traumatizado… pero por la vida, no por ti.
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