Temporada 3. Cáncer pedagógico. Episodio 2

«Mi hijo es inocente hasta que yo diga lo contrario»

Parece como que los padres que van al colegio, fueran al juzgado.

Cada generación tiene sus héroes.

Los de ahora llevan camiseta deportiva, llegan con prisas, y exigen una tutoría porque su hijo ha dicho que “le tienen manía”.

No preguntan. Acusan.

No escuchan. Sentencian.

El maestro es culpable hasta que se demuestre que el niño no mintió.

¿Qué pasó con confiar en el criterio del docente?

Ahora si corriges a un alumno, te arriesgas a una visita con tono de amenaza y ojos de sospecha. Pedir explicaciones está bien. Lo que no está bien es llegar con la presunción de que tu hijo es infalible y el profesor, un verdugo.

Y lo peor: al final, el niño lo aprende.

Aprende que, si mete la pata, vendrá alguien a defenderle, aunque tenga la suela cubierta de barro.

Aprende que su palabra vale más que la de quien se formó para educarlo.

Si tu hijo hace algo mal y tú te presentas en el colegio a defenderlo, no estás ejerciendo de padre. Estás criando a alguien que no aprenderá jamás a asumir consecuencias.

Y al final, el niño lo aprende.

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