«Yo ya no puedo más con este niño»
(y otras formas modernas de dimitir apolíticamente como madre o padre)
A veces, sin darnos cuenta, pasamos de ser padres a comentaristas deportivos. Opinamos, juzgamos, criticamos… pero no jugamos el partido. Esta entrada es para los que están pensando dejar de leer porque “ya no pueden más”.
«Es que no me hace caso«
Traducción: no tengo energía, paciencia o herramientas, así que prefiero que lo arregle el cole, la terapeuta o la tablet.
Entiendo. Ser madre o padre cansa. Pero no estás criando una planta. Estás acompañando un cerebro en construcción. No va a salir bien solo por regarlo de vez en cuando.
«Yo ya se lo dije, si no quiere, es su problema«
¿En serio? ¿Has decidido que un niño de 7, 10 o 12 años se haga cargo de su propio desarrollo? ¿También le dejas las facturas, el alquiler y las decisiones médicas?
Ojo: hay una diferencia entre acompañar y rendirte. Y tú lo sabes.
«Para eso va al colegio, ¿no?«
Sí. Y también va al dentista, pero ¿dejas que se cepille los dientes solo si le apetece?
El colegio enseña, sí. Pero tú eres el modelo, el apoyo, el reflejo, el refugio y la guía.
El aprendizaje no se acaba en la puerta del aula. Si tú no lo refuerzas, si tú no lo validas, el mensaje del colegio se disuelve.
Si el maestro es quien educa y tú solo lo llevas y lo recoges, lo que tienes no es un hijo. Es un envío exprés.
«Yo no tengo formación, no soy maestra«
Y tampoco eres pediatra, pero supiste cuándo llevarlo al médico. Tampoco eres psicólogo, pero sabes cuándo algo le afecta. No hace falta tener un máster. Hace falta estar. Mirar. Escuchar. Poner límites. Cuidar. Y, sobre todo, no esconderse detrás de la excusa de la ignorancia.
«El espejo incómodo»
Si tu hijo fracasa, no es solo “porque es difícil”. Pregúntate:
- ¿Estoy presente?
- ¿Estoy disponible?
- ¿Le exijo sin acompañar?
- ¿Le castigo sin explicarle?
- ¿Le etiqueto sin conocerlo?
A veces, el problema no es el niño. Es el adulto que ya se cansó de luchar por él.
Y recuerda…
“Un niño problemático no es una maldición. Es una llamada a la implicación.”
Este texto puede doler.
Bien.
Si duele, es porque pincha donde hay que pinchar. No para culpabilizar, sino para despertar.
No hace falta ser perfecto. Pero sí hace falta estar.
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