«Autoestima de hojalata: la violencia como refugio»
No siempre el agresor es fuerte. A veces es solo un niño con el ego astillado, que se impone para no sentirse el último.
Le enseñaron que valía es competir, ser el mejor, callar emociones y no mostrar debilidad.
Así que ataca primero.
No por maldad, sino por miedo a sentirse menos.
A veces no es cruel.
Es solo un niño con un escudo oxidado, hecho de gritos, desprecios y la nada absoluta en casa.
Si no construyes autoestima, la rabia se convierte en armadura. Y el que no se siente querido, a veces busca respeto a golpes.
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